miércoles, 27 de agosto de 2008

EL MEJOR FALSIFICADOR DE LA HISTORIA

Así vivió el falsificador de 1.000 obras de arte



Fue el más elegante de los timadores। Nacido en una adinerada familia húngara, la II Guerra Mundial le privó de su herencia। Por casualidad, una de sus pinturas fue vendida en París como un Picasso: y Elmyr de Hory encontró el filón। Viajó por el mundo gozando de la vida y huyendo de la ley, hasta alcanzar la increíble cifra de 1।000 obras falsas vendidas. Nacido en 1905, murió en Ibiza tras pasar en la isla 16 años. Una exposición con obras propias le homenajea 30 años después de su muerte.

Por Alberto de las Fuentes

El escritor Clifford Irving describe así a Elmyr de Hory a su llegada a la isla de Ibiza, en el verano de 1961: "Llevaba un monóculo pendiente de una cadena de oro, sus jerséis siempre eran de Cachemira (...). Lucía reloj de pulsera de Cartier, y se sentaba al volante de un descapotable Corvette Sting Ray de color rojo… Era, así lo hizo saber, ‘un coleccionista de obras de arte’".
Y añade: "Si había alguna opinión unánime sobre el suave y acicalado húngaro era que nunca había trabajado un día en su vida, ni podría, ni iba a hacerlo"




Van Gogh. Esta obra imita la última época del trágico pintor holandés, uno de los menos falsificados por De Hory.

Pero nadie sospechaba la realidad: no sólo había sido el falsificador más grande de la Historia, capaz de colocar durante 21 años un millar de obras de artistas como Picasso, Modigliani, Matisse, Renoir, Toulouse-Lautrec, Gauguin, Chagall... Además, su vida había sido de película: siempre en los mejores hoteles e inmerso en los círculos sociales más selectos, siempre huyendo (de los nazis, del FBI, de la Justicia española...)।

Ahora, casi 30 años después de su muerte, la galería madrileña Tribeca le dedica una exposición que incluye 25 obras (dibujos, gouaches, acuarelas, plumillas y tinta china) inspiradas en Modigliani, Picasso, Toulouse-Lautrec, Matisse, Léger y Renoir, más un lienzo (pintado entre 1955-57) inspirado en André Lhote, un pintor postimpresionista cercano al cubismo y el fauvismo।



Matisse. De Hory no tenía una buena opinión de él, y le consideraba “un pintor muy mediocre, muy supervalorado”. De sus obras pensaba que “eran, con mucha diferencia, las más fáciles de falsificar”.

Pero, ¿quién fue realmente Elmyr de Hory? ¿Cómo llegó a convertirse en el falsificador más importante de todos los tiempos? ¿Por qué el cineasta Orson Welles se inspiró en él para realizar su película-documental "F" de fraude (1974), y hasta la revista Time le dedicó su portada?
Este genio de la falsificación nació en 1905 en Budapest, hijo de dos ricos aristócratas de origen judío। Decidido a ser artista, se trasladó a París, donde trabajaban entonces Matisse y Derain, y por donde aparecía a menudo Picasso. "Como la mayoría de los pintores jóvenes del momento, les conocía a todos", contaba.

La II Guerra Mundial trastornó su mundo. Fue conducido a Alemania y, en un interrogatorio, la Gestapo le rompió una pierna. Trasladado a un hospital en las afueras de Berlín, logró escapar de la manera más increíble: un día notó que la puerta de entrada estaba abierta y se marchó andando de puntillas. Consiguió llegar a Budapest, donde aguantaría hasta el final de la guerra.
Tras el conflicto, volvió a París। Pero ahora era "pobre, pintor y ya no era joven". Entonces, una amiga noble y multimillonaria, lady Campbell, se fijó en un dibujo que él había hecho en 10 minutos y lo confundió con un Picasso. Desconcertado, Elmyr se lo vendió. "Fue tan fácil que no podía creerlo. Ni siquiera me sentí culpable, era una cuestión de supervivencia".

Muy pronto, se dedicó a recorrer Europa vendiendo sus dibujos de Picasso। Tras las penalidades de los últimos años, era maravilloso volver a alojarse en los mejores hoteles, pedir buenos vinos y viajar en primera clase. Cada vez que vendía algo, lo celebraba con Mouton-Rothschild cosecha de 1929.

Modigliani. Era el artista con el que le unía una mayor afinidad espiritual y artística. Este falso Modigliani es un buen ejemplo de la capacidad mimética de Elmyr de Hory.

En agosto de 1947 se trasladó a Nueva York. A la fiesta de inauguración de su nueva casa estaban invitados Zsa Zsa Gabor (a la que había conocido en Budapest), Anita Loos, Lana Turner y René d’Harnoncourt, en aquel momento director del Museo de Arte Moderno de Nueva York.
Empezó entonces un periplo que le llevó de Hollywood a San Francisco, Portland, Seattle y San Diego. En Texas tuvo un éxito inmediato con los nuevos magnates de la industria petrolífera, ansiosos de cultura inmediata. "Yo era una gran atracción", recordaba Elmyr. "Me gustaba Texas y me gustaban los americanos. Me sorprendía lo generosos y sencillos que eran todos".
Pese a algún pequeño tropiezo, su negocio iba viento en popa। Su colección privada pronto incluyó gouaches, dibujos, acuarelas y pequeños óleos falsos de Matisse, Picasso, Braque, Derain, Bonnard, Degas, Vlaminck, Laurencin, Modigliani y Renoir.

En los años 50, empezó a vender por correo a museos de arte moderno y galerías de todo Estados Unidos। A menudo, retenían las obras durante varias semanas mientras buscaban asesoramiento de expertos. Pero el resultado siempre era positivo. En todo este tiempo, sólo un par de dibujos fueron puestos en duda.

Finalmente, sucedió lo inevitable. Vivía entonces en Florida, cuando un coleccionista —a quien De Hory había vendido algunas obras— prestó sus dibujos para una exposición que tuvo que ser cancelada porque dos de ellos "no eran originales". Elmyr huyó durante unos meses a México. Después se enteraría de que el FBI había visitado su apartamento, preguntando cuándo volvería.
Fiestas y museos. Por esa época, el precio de sus obras estaba alcanzando cotas astronómicas. Las piezas ya vendidas iban dispersándose y terminaban a menudo en colecciones particulares y museos. En el de Detroit encontró expuesto un Modigliani salido de su mano. En libros y catálogos aparecían piezas suyas. Todo eso empezaba a deprimirle, más que a halagarle. De regreso a Estados Unidos, Elmyr continuó con su vida de siempre. Dio una fiesta a la que fue Marylin Monroe . "Allí abajo, frente a mi puerta, había tres Rolls Royce". Pero empezaron a circular rumores entre los grandes marchantes que advertían "ten cuidado con un amable húngaro de 50 años con un monóculo y un Matisse bajo el brazo". Entonces empezó a falsificar litografías, más fáciles de colocar, y entre ellas muchas de la serie Tauromaquia, de Picasso.
Tras un intento de suicidio, en 1959, Elmyr decidió huir de América। En sus 13 años allí se había convertido en el falsificador más prolífico y de más éxito de la Historia. Sus obras colgaban en las paredes de museos e instituciones. Había viajado tanto y había utilizado tantos alias, que nadie, ni siquiera los escasos marchantes que habían detectado alguna de sus falsificaciones, estaba en condiciones de imaginar la magnitud de su trabajo.

Justo entonces, descubrió Ibiza। Unido a dos jóvenes manipuladores, Legros y Lessard, el negocio prosperó más que nunca. En el año 1962, Elmyr asimilaba las técnicas al óleo de grandes pintores, mientras sus socios vendían su obra por París, Nueva York, Chicago, Suiza y el sur de Francia. Al año siguiente recorrieron Río de Janeiro, Buenos Aires, Ciudad del Cabo, Johanesburgo y Tokio.

Las hazañas del trío se sucedían sin descanso। Según contaba Elmyr, Legros llegó a enviar una de sus obras a Picasso para que certificara su autenticidad. Éste, que no estaba totalmente seguro, preguntó: "¿Cuánto pagó el marchante por él?". Le dieron una cifra fabulosa, 100.000 dólares, y Picasso dijo: "Bueno, si han pagado tanto, debe de ser auténtico".

En Tokio, Legros vendió al Museo Nacional de Arte Occidental tres piezas sobre las que el mismo ministro francés de Cultura, André Malraux, fue invitado a dar su opinión (comentó que los precios eran muy razonables para unas obras de tal categoría)।

El multimillonario Algur Hurtle Meadows, magnate del petróleo y poseedor compulsivo de obras de arte, les compró en dos años 15 Duffys, siete Modiglianis, cinco Vlamincks, ocho Durains, tres Matisses, dos Bonnards, un Chagall, un Degas, un Laurencin, un Gauguin y un Picasso। Pero Elmyr apenas recibía unos cientos de dólares al mes, mal y tarde. "Teníamos que mantenerle pobre, explicaría Lessard después, para que siguiera a nuestras órdenes". La última etapa de su vida tiene aires de sainete. Sus socios dieron en pelearse públicamente y terminaron ante los tribunales en varios países. Eso afectó a Elmyr, cuyos trabajos perdieron calidad. Algunas de sus obras despertaron sospechas y pronto el nombre de Fernand Legros empezó a estar comprometido. Tantos escándalos acabaron escamando al magnate texano que pidió el asesoramiento de cinco expertos. La conclusión fue inapelable: 44 cuadros no eran originales. Meadows se convirtió, según un periodista, en "el hombre que posee la mayor colección de falsificaciones del mundo".

El final. "La falsificación ha terminado", dijo entonces Elmyr, "yo ya he sufrido bastante". Las autoridades españolas habían puesto la vista sobre él y se le abrió una investigación a cargo del Tribunal de Vagos y Maleantes. Le condenaron a dos meses de cárcel por homosexualidad, convivencia con delincuentes y "carecer de medios demostrables de subsistencia".
Finalmente, todo se serenó y De Hory pudo vivir los últimos años de su vida en relativa paz, en su querida isla de Ibiza। Un año antes de morir, celebró una exposición en Madrid, llena de piezas realizadas "al estilo de" pero firmadas, orgullosamente, "Elmyr". De hecho, se volvió tan célebre, que se dio el caso de artistas que realizaron copias de falsificaciones suyas.Lo más asombroso, sin embargo, es que pudiera engañar a tantos expertos durante décadas. Elmyr, desde los comienzos de su carrera, en 1946, pintó unas 1.000 obras de arte atribuidas a maestros desde Modigliani hasta Picasso. Sólo en la etapa con Legros se calcula que ganó 35 millones de dólares. Y si no hubiera sido por los graves conflictos personales de sus dos socios y vendedores, jamás hubiera sido descubierto.

Referencia:
Magazine de EL MUNDO Articulo de 30 de abril de 2008
http://www.elmundo.es/suplementos/magazine/2006/344/1146245340.html

12 comentarios:

Irene G. Lenguas dijo...

me ha gustado el artículo, es una vida curiosa. Al fin y al cabo es un poco triste, él quería ser artista y al final tiene que conformarse con imitar a los demás. La verdad que me da pena el pobre hombre...

Anónimo dijo...

Moraleja, no tengas socios, jeje
muy bueno Paloma

Paloma dijo...

Si pero yo creo q era un artista! Podia copiar a muchos artistas de diferentes estilos, lo q pasa es q por las circunstancias, IIGuerra Mundial y demás, se perdió en el mercado de la falsificación, por subsistencia supongo, y una vez dentro es dificil salir.

Al final hizo exposiciones de obras con su firma y reconociendo que eran reinterpretaciones de grandes maestros. Claro que el valor de las obras eran infinitamente más bajo.

Me alegro que te haya gustado Irene!

Paloma

Paloma dijo...

Desde luego Corle!! Siempre hay algún listillo que quiere sacar tajada! Lo que pasa es que, generalmente, los artistas son personas especiales y no suelen tener grandes dotes para dufundir su obra.

Un beso!

Anónimo dijo...

Es cierto

Anónimo dijo...

Queremos el post de esta semana!!!

Paloma dijo...

Hola Corle!!! Jajaja esta semana lo cambio, a ver si hago uno de los robos de arte más coonocidos!

Un beso!

Anónimo dijo...

jejeje espero impaciente!

Anónimo dijo...

Sin duda el articulo muy bueno, el tipo encontró su negocio en el "arte de la falsificación" y me imagino que como tu dices, entró en un juego de buena vida del que no querría salir; pero sin duda hay que reconocer la capacidad de copiar algo de una manera tan perfecta, para mi, un tipo con talento, picardía y buena suerte.

Anónimo dijo...

Creo que el talento de copiar una obra no tiene nada que ver con la capacidad de crearla. Nunca lo consideraría un artista, sino una persona con una vida entretenida y emocionante....envidiable.

Paloma dijo...

Hola María, Jorge,

Yo lo considero un artista frustrado que no puede crear arte y copia a los demás. Pero hay que reconocer que tiene que tener algo de genialidad para haber falsificado tanto sin levantar sospecha.

Un saludo

Anónimo dijo...

Yo creo que es un poco injusto a quién se considera artista y a quién no. Evidentemente este hombre era uno, sino no habría vendido tantos cuadros. Para poder vender cuadros tienes que tener (además de talento) algo de suerte.